Por ESTEBAN JARAMILLO OSORIO
Si se activa la memoria, a Falcao nadie podrá discutirle su jerarquía goleadora.
Su anhelo de «morir de pies» con historia ganadora en el club de sus amores, Millonarios.
De ser su voz cantante en los camerinos y la inspiración compartida, por su disciplina, que le caracterizó en estadios con multitudes.
Pero, a pesar de la solidaridad y la comprensión del público que le sigue, en su condición de figura, duele ver su descenso en el rendimiento.
Buscan los periodistas con linterna su talento goleador, en las sombras del ocaso que enfrenta con valentía, sin respuestas positivas, incapaz de ser el de otros años.
En la pesadumbre de su otoño, peleando contra sí mismo, buscando apasionado, la fructífera relación con la pelota y las redes.
El poco tiempo que le queda, asociado con el balón y las canchas, lo pasa en la enfermería y en el gimnasio, en largas y tortuosas temporadas, luchando, invisible, con sus rodillas.
Duele verlo así.
Su llegada a Millonarios, tras abandonar la élite del fútbol, desbordó en pasiones a sus seguidores.
Fue un éxito comercial, pero un desacierto deportivo, lo demuestran sus cifras, el número de partidos y los goles conseguidos.
Sirvió para acercarlo al pueblo colombiano que tanto lo ha querido. Factor fundamental, por la imagen que ha construido, para comprender con tolerancia su descenso en rendimiento, con respeto a su recorrido.
Falcao nunca dejará de ser Falcao.
Como olvidar, cuando se le exaltaba en las galas de las grandes figuras del fútbol en el mundo.
De prisa se mueven los tiempos hacia su retiro. Se reducen las oportunidades, en medio de la impaciente espera de sus admiradores, que evitan la complejidad crítica ante los malos momentos de su estrella consentida.
Falcao siempre será mi futbolista preferido. Mi ídolo. A pesar del pensamiento de muchos de sus seguidores que lo ven en Millonarios, como “una ilusión hecha realidad…y una realidad convertida en desilusión”.