La Veintitrés

Fútbol, solo fútbol

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Foto Wuilmar Matias-Morales

Esteban Jaramillo Osorio

Soy seguidor empedernido del futbol. Lo digo sin ruborizarme. Tengo fuertes sensaciones cuando confrontan las selecciones, como ocurre esta semana, o cuando hay partidos de postín en cualquier lugar de la tierra. 

Cuando se eleva el nivel del espectáculo o cuando son febriles las emociones, no importa lugar o características de los rivales en contienda, en una grama lujosa o en una cancha de barrio.

Las cosas se embellecen con un gol estridente, así sea con un hombro o una nalga. Y qué decir si es con habilidades propias de los consagrados, de taquito, burlón de chilena o hipnótico, desde la esquina que siempre llamamos olímpico.

Una vaselina, a la escuadra, un misil destructivo, una volea envenenada, o un autogol en el último minuto que se mira con recelo o de reojo.

Ese es mi futbol. El que le tiene “miedo a los silencios”, el que castiga con silbatinas cuando no hay compromiso.

Me encanta discutir sobre el futbol del ayer, el de hoy, o el que se viene. Sobre Ronaldinho, que redujo al mínimo la indocilidad del balón con sus malabarismos y desplegó alegría para el pueblo con su pirotecnia. Sobre Messi o Ronaldo. El tino o James.

También resalto “La justicia poética” que, desde micrófonos exaltados, es prolongación eterna de las glorias de los artistas famosos en los grandes escenarios, en los estadios, recordando hazañas, alardes con técnica o triunfos memorables. 

Qué grandes son los locutores y los comentaristas que ven la fiesta dentro de la cancha, en las tribunas y no se desbordan empalagosos y destructivos, con los escándalos fuera de los estadios.

Son otoñal, quizás berrinchoso, pero viendo rodar la pelota no me permito ser depresivo. Imposible. A pesar de las turbulencias en el manejo desde los escritorios y los pitos. No tengo tatuajes, me vería grotesco, pienso que todo lo que veo en las canchas ya lo vi, hasta las trampas.

Sigo con dedicación los movimientos del mercado, las ligas poderosas en su extensión y cuanto partido programa el torneo colombiano.  

No me permito la absurda comparación del futbol nuestro con el europeo y me convierto en seguidor de aquellos equipos en los que actúan los futbolistas colombianos.

Soy crítico, pero no destruyo, ni tengo broncas, ni manejo prejuicios.

Por ello, alejado de la frivolización y la cultura de la simpleza, sometido al mundo frenético en el que vivo, prefiero una pelota en dinámico movimiento, un futbolista técnico o rudimentario, a un discurso político embaucador, a una controversia entre influencers, o a un reality vacío, idiota, donde resaltan los músculos y se agotan los pensamientos. Todo tan libreteado. Es telebasura.

Solo me preocupa que en el futbol a cualquier pelagatos, micrófono en mano o con pito en la boca, le digan profesor, la lenta defunción del arte hecho juego, aplastado por el resultadismo y el negocio y que algún día aparezca un maldito algoritmo que pronostique con aciertos los resultados. Irremediablemente acabará con este bello espectáculo. Esteban J.

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