Por Samuel Salazar Nieto*
Informar desde el sector público es tan importante como hacerlo desde un medio de comunicación. El estar en una orilla o la otra no da licencias especiales para apartarse del rigor y la verdad, principios fundamentales que debe cumplir quien ejerce la profesión, o el oficio según la Corte Constitucional, de periodista.
Ya habrá oportunidad de analizar cómo lo estamos haciendo desde los medios de comunicación y qué giros ha tomado, con aciertos y desaciertos, la dinámica de la información a través de los mismos. Por ahora voy referirme a aspectos muy básicos que se deben tener en cuenta desde una oficina de prensa o comunicaciones en una entidad pública, para atender la responsabilidad de entregarles la información a los periodistas que son los que en últimas, después de valorar las noticias, las difunden.
No sobra precisar que desde allí se es garante del derecho a la información que tiene el ciudadano a estar enterado, sin filtro, de los actos de sus gobernados. Lo que trascienda esa obligación desvía la tarea y hace que muchas veces los despachos públicos no sean más que agencias de propaganda oficial, que informan a conveniencia, que exponen verdades a medias, que desinforman o que simplemente no informan. Esto ha llevado a que se entienda muchas veces que una jefatura de prensa o comunicaciones es para enaltecer la imagen del funcionario de turno, magnificar sus acciones y servir a propósitos políticos.
No debería ocurrir que en esas oficinas se hable no en un lenguaje periodístico e informativo, sino en términos traídos del léxico de las agencias de publicidad, del mercadeo y marketing político. Y aparecen personajes para los que la palabra informar no existe porque para ellos todo se trata de “estrategias”,“campañas” y “planes de medios”, que condicionan el quehacer a la elaboración previa de informes que analicen los pro, los contra, los objetivos y riesgos de toda actuación, hasta la más simple que es la de redactar un boletín para revelar un hecho.
Demasiada complicación para algo tan sencillo como es informar con rigurosidad y verdad. Afortunadamente eso no ocurre con frecuencia y generalmente la tarea de ser comunicador de información pública se entiende en su esencia y sin desviaciones. Lo que si me llama la atención es que se presenten pequeños giros que hacen ruido a esa tarea y que, desde luego, no permiten que la información se emita o entregue como debe ser presentada a quienes se encargan de difundirla, es decir a los periodistas de los medios.
Por ejemplo, se está volviendo ya costumbre que la información que nos suministran desde algunos despachos públicos, se nos entregue, en el caso de videos, con los logos de esas instituciones y muchas veces hasta con subtítulos cuando los personajes están dando declaraciones. El periodista a quien se le envía una información para que defina si la publica o no, debe recibirla limpia, sin ruido, sin propaganda oficial que entorpezcan su labor. He estado en esa orilla por muchos años desarrollando todo tipo de tareas y al frente de la información de un presidente de la república, cuatro ministros del despacho, dos directores de departamento administrativo, un Registrador Nacional del Estado Civil, y ningún colega o medio podría hoy señalarme de haberle enviado la información que era mi obligación suministrarle, de esa manera.
Otro vicio que está haciendo carrera y que pone a las oficinas de prensa de la entidades públicas más en plan de hacer el papel de medios de comunicación que de apoyo para ellos, es la fea costumbre que han tomado de publicar la información en las redes sociales de la respectiva entidad. Y no solo eso, después de publicarla la envían a los medios, dando por descontado que ya con eso cumplen con su tarea de entregarla a los medios, forzándolos cuando se trata de información muy importante, a seguir cuentas que están en su derecho de seguir o no.
No estoy en contra de que las oficinas de prensa monten centros de información como del que formé parte el año pasado en la Alcaldía de Manizales; es más, en determinado momento pueden ser de gran ayuda para el mismo trabajo de los colegas a la hora de buscar archivos o complementar información, pero esas herramientas no pueden ser más que una fuente de información para los periodistas y no una competencia para los medios. Y si de lo que se trata es de competir con los medios, entonces deben velar porque esa misma información que allí publican marcada, le llegue por otras vías oportunamente a los colegas. Es lo menos que se podría esperar.
El marcar la imagen es una licencia que se dan los medios de comunicación para destacar que el producto que publican o emiten es propio (una primicia) y así evitar que todo el mundo lo utilice sin siquiera darle crédito o violando las normas de derechos de autor. Pero que la información pública se produzca y distribuya desde las oficinas de prensa y/o comunicaciones de las instituciones del Estado de esa manera, no tiene lógica, sentido, ni justificación alguna. Por el contrario, obliga a que muchos medios de comunicación no la utilicen.
Tampoco me opongo a que las instituciones cuenten con sus propias cuentas en redes sociales, pero deben ser complemento, no fuente de información directa para los medios, los cuales, por solo respeto, no deberían verse muchas veces obligados a tomar información con marcas oficiales, membretes, logos, etc. etc. etc.
Estos comentarios no los hago con el ánimo de ofender o mortificar a nadie, sino buscando que el quehacer periodístico para quienes lo ejercemos, no tenga obstáculos y nuestras fuentes puedan cumplir a cabalidad con su deber constitucional de honrar y respetar el derecho a la información. Había que decirlo… y se dijo…
*Asesor Editorial de La Veintitrés y Magazín MD/23