Ingrid Contreras pasó catorce años tras las rejas en tres cárceles diferentes de Bogotá, Colombia, condenada injustamente por una acusación falsa de abuso sexual contra sus dos hijos, de cinco y seis años en ese momento, formulada por su expareja Álvaro Rojas, un funcionario de la Fiscalía que era veinte años mayor que ella. Capturada en noviembre de 2011 tras la separación de una relación violenta, Contreras obtuvo una reducción de su condena por buen comportamiento, pero su vida cambió drásticamente por la venganza de Rojas, quien meses antes de fallecer durante la pandemia la llamó para confesar la mentira y pedirle perdón, revelando que los niños ya tenían doce y trece años y que no podía ocultar la verdad por más tiempo.
La relación entre Ingrid y Álvaro comenzó de manera idílica, cuando él, presentándose como un fiscal prestigioso, la cortejó con rosas y flores, comprándole todo nuevo para ganarse su confianza y la de su familia. “Así fue, yo quedé viviendo con mis hijos, él me compró todo nuevo, empezó a cortejarme, me daba rosas, flores”, relató Contreras. Su padre, Jairo Contreras, inicialmente impresionado por la supuesta idoneidad de Rojas, pronto descubrió su verdadera naturaleza: “Lo empecé a distinguir por Ingrid, yo pensé que era un buen personaje. Llegó aquí diciendo que era fiscal, que era una persona muy prestigiosa, pero después me di cuenta de que el corazón del hombre era perverso”. La violencia escaló rápidamente, con agresiones físicas que llevaron a Ingrid a decidir terminar la relación, a pesar de las presiones de otras mujeres que la contactaban.
Años de horror en prisión
En las cárceles, Contreras enfrentó no solo el aislamiento, sino ataques constantes de otras reclusas debido a la gravedad del cargo de abuso sexual. “Muchas veces vi morir compañeras, muchas se ahorcaron”, confesó, mientras Rojas se hizo cargo de los niños hasta su muerte. El caso ganó visibilidad en el programa Testigo Directo, donde se expusieron los detalles de esta injusticia que destruyó una familia.
“Él empezó a ser muy agresivo, a pegarme. Yo tomé la determinación de no vivir más así. Todas las señoras me llamaban”
Ingrid Contreras
Hoy, libre tras catorce años de sufrimiento, Ingrid busca desesperadamente recuperar la relación con sus hijos, quienes crecieron bajo la versión de los hechos impuesta por su padre y dudan de su inocencia. Rojas, en su llamada final, admitió: “Él me llamó, después me pidió que lo perdonara, que los hijos ya tenían 12 y 13 años, que no podía ocultar más la verdad y no tenía argumentos para contar una historia diferente”, según relató ella.
Una súplica de redención
Con el corazón roto pero lleno de esperanza, Contreras dirige un mensaje emotivo a sus hijos: “Yo les digo que los amo, que me den la oportunidad de ser esa mamá, como ser humano, tengo errores y fallas, pero quiero avanzar, que me den la oportunidad de amarlos y ser la mamá que anhelaron, pero que no pudieron tener”. Su historia es un recordatorio doloroso de cómo la manipulación y la venganza pueden arruinar vidas inocentes en el sistema judicial colombiano.

















