Un joven de 20 años, identificado como José Antonio Pérez Herrera, quedó parapléjico tras un atentado armado registrado en Baranoa, Atlántico, mientras se encontraba en el estadero Cerdo Sabrosón. Su familia, encabezada por su madre Martha Herrera, denuncia que el joven recibió tres impactos de bala y que un proyectil permanece alojado en la médula espinal, lo que ha dejado al muchacho inmóvil y requiere de insumos médicos y curas especializadas. A la fecha, denuncias interpuestas ante las autoridades no han mostrado avances y la aspiración de trasladarlo a Barranquilla para tratamiento se mantiene pendiente por dificultades económicas y trámites administrativos.
Desde julio de 2025, la familia ha buscado apoyo para costear el tratamiento y los insumos necesarios para las curaciones, incluyendo apósitos, gasas, esparadrapos, pañales y otros suministros para las curaciones diarias, ya que los enfermeros que atienden al joven no pueden cubrir todas las necesidades por falta de recursos. El caso se enmarca en un contexto de incremento de la violencia y extorsión en Baranoa, con presuntas motivaciones extorsivas en ataques armados y un panorama de sicariato que preocupa a vecinos, líderes comunitarios y autoridades locales.
La situación exige atención inmediata y una respuesta institucional
La denuncia de la familia se acompaña de un llamado directo a la intervención del Gobierno nacional, de las autoridades del Atlántico y de las entidades de salud para una acción urgente. Vecinos y líderes comunitarios han realizado colectas y actividades para intentar reunir fondos que permitan al joven acceder a tratamiento especializado en Barranquilla, un traslado que hasta ahora no se ha concretado por la combinación de recursos limitados y trámites administrativos complicados. Mientras tanto, las denuncias sobre negligencia y la falta de atención médica adecuada persisten y los avances en la investigación permanecen nulos, lo que agrava el deterioro físico y emocional de la familia.
«Él necesita más bien para las heridas de las escaras. Son como parches, apósitos, los esparadrapos, las gasas. Además de pañales, pañitos húmedos, guantes, que todo eso lo que se está solicitando para hacerle las curaciones a él, ya que los enfermeros son los que se la hacen, pero no tenemos recursos para comprarlas» – Martha Herrera, madre
Las consecuencias para la víctima y su núcleo familiar son profundas: José Antonio permanece en cama en su casa, lo que ha derivado en un deterioro físico y emocional evidente. La incapacidad de obtener un traslado a un centro de atención más especializado, sumado a la falta de suministros médicos básicos, prolonga una vulnerabilidad que la comunidad, vecinos y líderes buscan contrarrestar con solidaridad y presión pública para una intervención efectiva de las autoridades. A la espera de respuestas institucionales, la familia mantiene su llamado a la acción y a la atención de las entidades de salud para evitar un empeoramiento mayor de su condición y para iniciar cuanto antes un tratamiento que podría mejorar su calidad de vida en el corto y mediano plazo.
















