Esteban Jaramillo Osorio
Henao, el portero invencible, alguna vez el mejor de América, goleado, sin el fervor popular en las mesas de votación.
Todos sabemos quién es Juan Carlos Henao.
Uno de los futbolistas más relevantes en la historia del Once Caldas, líder de una generación ganadora, exuberante en sus conquistas, con sus brillantes actuaciones como guardameta difícil de vencer.
Tejía como Araña las redes que defendía con placer y admiración.
Su imagen identifica el instante sublime con sus brazos extendidos y el aplauso cerrado del público enloquecido, a la espera de la avalancha de sus compañeros para celebrar el título de la Libertadores.
No fue sorpresa, años después de su retiro, su vínculo político por su popularidad. Apoyado por sus ex-compañeros, algunos periodistas y centenares de aficionados agradecidos, quiso dar un salto gigantesco hasta el congreso y luego, con alcances menores, al concejo de Manizales.
Pero la araña pico al portero campeón.
En ambas intenciones fracasó, lo que demuestra que la veneración en los estadios no es proporcional a la agitación de un escrutinio, con la vista puesta en los cargos públicos por elección popular.
A Henao le sobraron carisma y sensibilidad en el trato con la gente, pero le faltaron discurso, respaldo intelectual, convicción en sus ideas, conocimiento de los entresijos políticos donde poco existe la lealtad y puntualidad en algunas comparecencias públicas, lo que sus detractores políticos calificaron como plantones a sus aliados.
Creyó que los nueve mil votos y algo más en la elección a la cámara se reflejarían en la votación al consejo de la ciudad. Eran otros rivales, otro escenario, a pesar de estar bien apadrinado.
Triste fue verlo como un títere de poderosos líderes del electorado en la región, quienes supieron explotar su imagen y su popularidad. Lo que no hizo él.
Así son la política y el futbol, tan cercanos, parecidos, pero distintos. El ejercicio, como dicen los que saben, de la paciencia infinita y el engaño.
El proyecto electoral fracasado de Henao, que tendrá otra oportunidad, contrasta con el de Leandro Castellanos, otro guardameta campeón, quien coronó su sueño de ser concejal en Bogotá
Lástima lo de “la araña”, como lo llaman sus amigos, porque pudo ser un predicador del deporte en barrios populares para la reivindicación social, como él la vivió. Esteban J.