Columnista Invitada VANESA CANTILLO MEZA*
El fútbol ha sido históricamente considerado el ‘deporte rey’, una pasión que en Colombia se vive intensamente, y no es raro ver a millones de aficionados, entre ellos muchas mujeres, seguir el desarrollo de este deporte. Aunque en las últimas décadas la presencia femenina ha ganado espacio tanto en las tribunas como en las canchas, el camino para lograr la equidad laboral y profesional sigue siendo un desafío, especialmente en un país donde el fútbol femenino aún lucha por encontrar un espacio justo en un entorno tradicionalmente dominado por hombres.
En 1991, la FIFA organizó el primer Mundial Femenino, un hito para el deporte que puso en el foco internacional la categoría. En 2017 se creó la Liga Profesional Femenina en Colombia y hasta el momento han sido más los dolores de cabeza que las alegrías para las futbolistas, ellas no son tomadas en cuenta al momento de decidir sobre temas que les competen, han sido discriminadas, maltratadas y en muchas ocasiones se han vulnerados sus derechos fundamentales y laborales, algo que no sucede en la misma proporción con el fútbol masculino.
El fútbol masculino en Colombia tiene una larga historia de profesionalismo, que comenzó en 1948. Desde entonces, los jugadores han disfrutado de una estructura que les ha proporcionado buenos salarios, mejores condiciones de trabajo y una mayor estabilidad. En cambio, las jugadoras aún luchan por obtener lo más básico, no solo en cuanto a la visibilidad, sino también en el ámbito de sus derechos laborales. Es un hecho que las mujeres en el fútbol no solo enfrentan obstáculos en su desarrollo deportivo, sino también en el ejercicio de sus derechos como trabajadoras.
El Estatuto del Jugador de la Federación Colombiana de Fútbol, emitido en 2011 (Resolución No. 2798, 2011), regula el contrato de trabajo entre los jugadores y los clubes, pero también permite que se rijan por las leyes laborales ordinarias, que son las mismas que aplican a cualquier trabajador en Colombia. Este estatuto establece que un jugador para ser considerado profesional debe tener un contrato escrito y recibir al menos el salario mínimo legal vigente. Sin embargo, en el fútbol femenino, muchas jugadoras no tienen contratos formales, y en aquellos casos en los que los contratos existen, estos no cumplen con las condiciones mínimas establecidas por la ley. En muchos equipos de la liga femenina, los contratos no cubren los derechos básicos que deberían tener las jugadoras, lo que genera un trato desigual frente a sus compañeros del fútbol masculino. Las futbolistas siguen luchando por un reconocimiento digno de su profesión.
Esta brecha de desigualdad no se limita al salario, que ciertamente es un tema de relevancia, sino que también afecta otros aspectos fundamentales para el desarrollo profesional de las jugadoras. La falta de infraestructura adecuada, el acceso a entrenamientos de calidad, el apoyo médico especializado y las condiciones de trabajo en general siguen siendo un lujo para muy pocas jugadoras. Los clubes de fútbol femenino, en muchos casos, no proporcionan un entorno que favorezca el crecimiento de las futbolistas, lo que afecta directamente su rendimiento en la cancha y su desarrollo como profesionales.
Las condiciones de trabajo son cruciales en cualquier profesión, y en el caso del fútbol femenino en Colombia, la falta de un marco normativo claro y la ausencia de políticas efectivas en materia de igualdad laboral solo perpetúan las injusticias. Las jugadoras merecen ser tratadas con el mismo respeto y consideración que los futbolistas masculinos, no solo por su contribución al deporte, sino también por su dedicación, profesionalismo y esfuerzo en cada partido.
No se trata de estar al mismo nivel que los jugadores masculinos, como algunos podrían pensar. Se trata de reconocer la situación de desigualdad estructural que enfrentan las mujeres en el fútbol, promover la aplicación del principio de igualdad y garantizar que las condiciones laborales sean justas y adecuadas para todas los deportistas, independientemente de su género.
Es momento de que el fútbol femenino tenga la atención que merece. Es una lucha por la justicia, por el derecho a ser tratadas con dignidad y respeto, por el derecho a tener las mismas oportunidades que los hombres en el deporte. La lucha por la equidad no es solo una cuestión de deporte; es una cuestión de justicia.
La Liga Profesional Femenina debe evolucionar, y con esta, las condiciones laborales de las jugadoras. Solo entonces se podrá hablar de un verdadero desarrollo integral del fútbol femenino en Colombia. “Si el fútbol realmente es el deporte de todos, entonces debe serlo también para las mujeres.”
*Tomado de FFcolombiaoficial.wixsite.com (@ffcolombia)