Por HERNÁN LÓPEZ AYA*
Una llamada y una ilusión.
Tengo un par de amigos que trabajan en el Centro de Congresos de Québec, quienes me contaron que del 9 al 13 de abril sería desarrollado el Salón Internacional del Libro.
¿Quién dijo yo?
De inmediato, hablé con mi esposa y cuadramos la logística para asistir al evento. Analizamos las finanzas, para definir qué podríamos comprar y, lo más importante, fue que sentimos que la tusa se nos acabaría porque no podemos ir a la Feria del Libro en Bogotá, que comienza el 25 de abril.
De alguna manera teníamos que suplir la ausencia y, sobre la mesa, nos quedó la oportunidad.
Imaginé que en varios de los pabellones encontraría variedad de publicaciones en francés, inglés y español. También, un invitado especial, libros viejos, un pabellón de promociones (el cual sería nuestra perdición) y pues una gran plazoleta de comidas (que no sobra).
Pero no. La desinflada fue bárbara. Y la tusa regresó.
El Salón fue, literalmente, un salón; grande, pero uno solo. Estaba repleto de stands, muy normales, con infinidad de libros en francés; solo en francés. También había dos espacios para que la radio y la televisión nacionales transmitieran programación especial, relacionada con el evento. Y solo una pequeña pared tenía publicaciones en inglés. En español, pues ni imaginar que aparecerían; tampoco hubo invitado internacional.
Sentimos que esta era la oportunidad de desarrollar nuestra actividad favorita (con mi esposa), en materia de libros: comprar series literarias, al menudeo; o sea, un libro por visita (un texto por año). No fue posible y el bolsillo, creo, respiró.
Pero ojo: Con esto, no quiero decir que el evento sea malo. Tiene cosas muy interesantes, entre ellas, que la mayoría de libros que vimos eran ilustrados. ¡Maravilloso! La graficación y los dibujos están por doquier en los textos que vimos, y eso me encantó.
Otro de los elementos fue que, en los stands, hay constante permanencia de los autores, quienes firman libros sin necesidad de eternas filas, interactúan con los visitantes, analizan sus textos y comparten, en demasía. Además, existe una rotación de autores, es decir, los stands casi nunca dejan de tener presencia de escritores. Esto permite, en mi concepto, más cercanía con las diferentes letras y con los diferentes gustos.
Y en materia de comodidad, el espacio es más tranquilo. No hay aglomeraciones, los baños dan “chance” de ser visitados sin tanto gentío. Y pues tiene un café que se especializa en postres y, la verdad, son ricos. Entre la llegada, la visita, una pequeña charla con nuestra amiga y la salida, el plan nos duró una hora; divertida, pero corta. Y terminamos comprando un libro ilustrado y varios instructivos de verbos y palabras en francés e inglés.
La conclusión: seguimos siendo felices y no lo valoramos.
Con esto me refiero a que cuando tenemos posibilidades, que se vuelven cotidianas, no las apreciamos como debemos. “La FilBo” de Bogotá, realizada todos los años desde hace no sé cuánto, es la tercera en importancia en Latinoamérica, después de las de Guadalajara y Buenos Aires. En 2025, tiene los espacios de Corferias dispuestos para ser disfrutados en 17 días, con un montón de actividades (23 pabellones y 22 salas de conferencias en 60 mil metros cuadrados).
Como es costumbre, tiene país invitado con pabellón exclusivo: España. Para este año, las cifras respaldan al evento, sin necesidad de haber comenzado:
- 500 expositores nacionales e internacionales.
- 2.300 actividades culturales y profesionales.
- 500 invitados nacionales e internacionales.
- 24 países participantes.
Y la oferta gastronómica no faltará. Esta Feria es “un riesgo” para el bolsillo porque, en momentos de euforia, la endeudada puede ser importante; pero las emociones, el recorrido, las conferencias, las compras, encontrarse con amigos y terminar con una buena arepa de choclo valen la pena.
Dejarse atrapar por este universo literario es uno de los tesoros que tiene Colombia. En mi concepto, más aterrizado a lo local, es la joya cultural más importante de Bogotá, que está acompañada por el Festival de Teatro y la inigualable Orquesta Filarmónica de la ciudad.
Así que están a tiempo para cuadrar la agenda y asistir. No se van a arrepentir.
El intento de Québec por dar a conocer a sus escritores es importante. Tiene una dinámica sería y bien establecida. Pero creo que les hace falta darse una vuelta por la “Filbo” y extraer, para sus futuras exposiciones, lo que ella deja en el ambiente: una sensación de alegría y conocimiento, de multiculturalidad y variedad, acompañadas por el olor a papel nuevo y por la oportunidad de ojear las historias desconocidas a las que les echamos mano, después de pagar por ellas.
Suena a mercado pero, créanme, es incomparable y vale la pena…
@HernanLopezAya
*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años