La Selección Colombia. El gusto de los ojos

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Por ESTEBAN JARAMILLO OSORIO

 El futbol como felicidad pura para liberarse con el balón y los goles, de los malos momentos.

 Ante Chile, con los guayos al revés, mediocre en sus límites, una mezcla de tortugas y estatuas, inofensivo como un oso de peluche, no le tembló el pulso. Jugó a ganar desde el comienzo.

 Hizo del partido una fiesta. Actuó con comodidad, sin sobresaltos, sin excesos, sin derroches. Exhibiendo un aplastante dominio de la pelota para cocinar al rival a fuego lento.

 Como siempre la estrategia racional y el talento impredecible que tuvo de nuevo a James, como su mejor exponente, dueño de la hoja de ruta, de la pelota y de la cancha, con esplendor sin marcas y a su favor, generosos espacios. 

 Siempre la expectativa por sus pases, sus lanzamientos o sus centros en rosca, que aproximan al delirio del gol a los hinchas.

 Lucho Díaz esta vez fue otro. Asistido por Camilo, último defensor y primer atacante, se convirtió en un tormento para el rival, por sus controles, sus pases y su gol. Serio y efectivo, ante defensores que parecían mamarrachos.

 Colombia jugó con seriedad en las maniobras. Lo obvio, para alejar los sustos. Buscando desde el comienzo el triunfo. Con pasos lentos y aplastantes, que pusieron a Chile a caminar hacia atrás como a los cangrejos, saltando de un error a otro.

 Hubo pasajes del partido, en el que el duelo parecía un simulacro, un entrenamiento o un duelo de veteranos “rodillones”, al que solo le faltaban el asado y la cerveza.

 Impotente Gareca, el dueño del mejor inflador publicitario, sin ideas y sin soluciones.

 Colombia volvió a lo suyo, el triunfo, que celebró con emotivas coreografías que acentúan la camaradería interior y le dan vida a su vestuario.

 Equipo ganador, sólido, con respeto al balón, generoso en su romance con la tribuna, con firmes convicciones de triunfo. 

 En duelo que dominó a su antojo ante un oponente caricaturesco. El mundial está muy cerca. Esteban J.

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