Fueron muchísimos los colombianos que inundaron las calles el domingo protestando contra las reformas que propone el gobierno y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. El número es lo de menos, pero para que el propio Jefe del Estado públicamente acepte que fueron 250 mil los marchantes, se trata de algo que nadie puede desconocer.
Llámese como se quiera llamar, califíquese como a bien lo tenga cada quien desde la orilla que defienda, lo que es cierto es que la convocatoria que en principio hizo un partido político (El Centro Democrático) y a la que se sumaron otros estamentos de la nación, fue todo un éxito, gústele a quien le guste o a quien no. Y mayor aun el éxito cuando no hubo tarimas, ni discursos, ni protagonistas políticos apropiados del éxito de las marchas que lo que sí provocaron fue una diatriba del Presidente de la República asegurando que el objetivo es derrocarlo.
Sea o no esa la intención de algunos, lo que hay que tener claro es que promover una lucha en ese sentido es desconocer que somos un país democrático y que el primer mandatario fue elegido para que nos gobierne a todos los colombianos por un período de cuatro años; lo demás, forma parte del paisaje en que nos tienen sumidos a los colombianos dos bandos que se disputan el poder y no quiere perder sus privilegios, unos, y los que pretenden conquistar, los otros.
El deporte nacional
Pero como como se volvió deporte nacional descalificar al adversario, ayer leíamos a algunos en redes sociales señalar a los participantes de las marchas como “los ricos vergonzantes” o “los uribistas” y denunciar que se trató de protestas en las que obligaron a marchar a los empleados de las EPS y las grandes empresas del sector privado. Cierto o no, es utilizar las mismas armas de descalificación que utilizan los que critican las marchas que convoca el Presidente Petro, cuando hablan de que transportaron a los indígenas o a los miembros de uno u otro sindicato, u obligaron a marchar a todos los funcionarios públicos.
Es un juego , ese de descalificar o deslegitimar común a todos. Hoy son las marchas, también lo son las aperturas de investigación o los llamamientos a juicio, los que fácilmente por virtud del ‘bodegaje’, las convierten en persecución del adversario para hacerle ruido a la administración de justicia.
Querámoslo aceptar o no, lo que vivimos el domingo es que millones de colombianos están inconformes y preocupados, no están de acuerdo por la falta de consenso para las reformas, se sienten acorralados por la inseguridad y la delincuencia y no encuentran respuesta en un presidente que debe actuar como tal para todos los colombianos, sin sembrar odios ni polarizar y por el contrario, bajarle el tono a la confrontación verbal en el país.
El Pueblo es el Pueblo
Los marchantes de ayer y los que seguramente saldrán el Primero de Mayo a respaldar al Gobierno, son el pueblo, el mismo pueblo que en las urnas decidió quien sería su presidente por estos cuatro años, mandato que nadie puede desconocer hágalo bien o mal; el mismo pueblo que está en todo su derecho levantar la voz si se siente defraudado por sus gobernados; el mismo que tiene derecho a manifestarse y reclamar, como lo hizo hace cuatro años en las marchas que pusieron contra la pared a la administración del presidente Iván Duque y como lo hizo ayer para expresar su rechazo a las propuestas renovadoras de un gobierno que va camino a cumplir ya con la mitad de su mandato y aun nada le aporta al país, ni siquiera en la urgencia que tiene Colombia de que todos le bajemos el tono a la discusión y la confrontación política.
Seguimos polarizados
Ya son dos años de mandato de Gustavo Petro y, como van las cosas, tal parece que los siguientes dos se irán de convocatoria en convocatoria, de marchas que seguramente cada vez serán más multitudinarias, sin consensos para avanzar en las reformas sociales que requiere el país, con las redes sociales convertidas en el ring de todas las disputas y formas de descalificar al opositor desde poderosas bodegas que metódicamente, día a día, se encargan de sembrar verdades a medias que terminan imponiéndose como la verdad absoluta, y sumidos como siempre, en la pobreza y la corrupción por cuenta de esos grandes poderes que se consideran dueños del platanal.
Dos años en el que las grandes noticias girarán en torno al discurso mamerto de unos o la palabrería anticomunista de otros y que lo único que le apuestan es a enardecer más los ánimos, a aumentar la violencia verbal y a fomentar la política del odio.
Bien por Manizales
Manizales no fue la excepción y según los expertos, hacía muchos años no se veía en la ciudad tanta gente como la que marchó ayer. ¿Ricos vergonzantes? ¿empleados de las EPS? También allí, mientras hacíamos el cubrimiento de las mismas, vimos a funcionarios públicos de la alcaldía y la gobernación, a vendedores ambulantes, a gente de todas las clases y condiciones. Con plata o sin plata, empleados público, privados o no militantes de partido político alguno, también son parte del pueblo y merecen que sus reclamos sean atendidos…. no descalificados.