La Veintitrés encontró en Barranquilla a este artista de la tierra y que deambula por el mundo con los personajes que el mismo crea para su espectáculo.
Mateo Gallego Botero es un manizaleño que desde hace varios años camina por distintas partes del mundo buscando caminos en la vida. Es un hombre dedicado al mundo de las marionetas, “mi primera marioneta fue un muñeco en un esqueleto de 3 metros 50, grandísimo, pero no lo movía con palos, sino con poleas, ingeniería y todo ello, y así fui creciendo, hasta que vino la cuarentena y ya fui encerrándome, haciendo los muñecos más pequeños y más pequeños y así, tipo relojero, con facciones, que se le mueven las cejas, sacaN la lengua y mueven las orejas”, comentó
Manifestó que su primera marioneta para empezarla tenía 34 hilos, “bailaba tango, tocaba acordeón, sonreía, sacaba la lengua, era una locura; hasta ahora que me metí más en el trato de los mariachis, amplíe la escenografía, empecé con cuatro muñequitos y ya tengo como 16, y sigo trabajando en esto; tengo otra una máscara, estoy inventando siempre, esa es mi pasión, no me quedo quieto y conformarme”.
Todo es por amor
Dice que le encanta evolucionar y explorar, “esto es el amor que uno tiene, uno no se jubila hasta que se muere en esto del arte. Llevo 11 años en el arte, haciendo artesanías, acrobacias, circo, teatro. Estuve viviendo en un teatro, que tiene profesores, estudiantes, y esa fue la primera vez que vine a caer en el arte, que fue lo que me ayudó la verdad, porque fue en un momento muy negro de mi vida, y entonces el arte me sacó al otro lado, a ver otro mundo, a concentrar mi mente, siempre estando activa a la creación, a la absorción de esa energía de la buena gente que yo vi en el teatro, y que me enseñó, venga le enseño esto, venga yo le enseño lo otro, y eso me llevó a recorrer toda Latinoamérica y así llevó 11 años bien vividos”.
“No sobrevivo, vivo”
Afirma que decir sobrevivir es una palabra muy difícil, “creía que sobrevivía, y si hubiera sobrevivido estaría todavía en la calle. Cambiando las palabras, porque tienen mucho poder, lo que hago es darle vida a estos muñecos que me dan vida a mí. No puedo estar sobreviviendo, muy difícil decirlo así, no creo en la sobrevivencia, creo más bien en el vivir, en el estar conectado con la creación en el impulso, y eso me tiene a mí así”.
Nació en Manizales en 1992 y vivió allí hasta los 18, hasta que le dieron la oportunidad de irse a viajar, “tuve mi cédula, mi pasaporte y me fui hasta Argentina y allá me quedé cinco años, me nacionalice, y me fue muy bien, luego tuve un declive y resurgí”.
Terminó este diálogo con La Veintitrés enviando un saludo a todos, “un saludo para mi ciudad de Manizales, que los quiero mucho porque allá también fue otra cuna mía en el arte, porque fue otra exploración y me dieron también el impulso y proyección en esto, y un saludo a mi familia, en especial a mi mamá, que Dios la bendiga y a mi hermanita, la quiero mucho”.