La Veintitrés

Mi nombre es Bond…

Compartir en redes sociales

Por HERNÁN LÓPEZ AYA*

Nunca llegué a estar tan cerca de ser un agente secreto como cuando, por azares del destino y de no tener nada que hacer, mis amigos adolescentes y yo decidimos retomar esa vieja pero divertida práctica de jugar “policías y ladrones”, una dinámica infantil que era desarrollada en cualquier calle de cualquier zona residencial en la que los árboles, los antejardines, los carros y uno que otro camión mal parqueado servían como escondite, barricada o sitio de concentración.

Nuestras armas eran los dedos y el sonido de los disparos lo hacíamos con la boca; confiábamos en la buena fe de los participantes, a la hora de aceptar el haber sido impactados por las ráfagas de viento y dar un paso al costado, después de haber perdido las batallas. Era una especie de “escondidas”, con un poco más de estrategia de grupo. 

Fueron momentos divertidos, lo acepto, pero mi afición por la milicia no era tal, como para dedicar mis años a viajar de incógnito o a revelarles secretos ultra importantes a Gobiernos, al estilo de Sidney Reilly, un ruso de estilo de vida extravagante de quien dicen espió a cuatro naciones y participó en un complot para matar al líder comunista Vladimir Lenin.

No obstante, y sin saberlo, mi relación con Reilly (lejana, lejanísima materialmente) se haría realidad algunos años después. Con el abandono de las actividades bélicas, entre ellas el servicio militar (porque me salvé en el sorteo y no lo presté), decidí que lo mío era disfrutar de la narración de esos épicos momentos en los que valientes personajes se destacan por su forma de salvar al mundo.

Y fue en ese momento cuando me encontré con un británico que, inspirado en el actuar de Reilly, creó al ícono del espionaje mundial.

El periodista Ian Fleming, en 1953, comenzó a escribir una serie de novelas policíacas en las que cuenta la historia de un oficial de inteligencia del Reino Unido que trabajaba durante la Guerra Fría y que se caracterizaba por su manera de actuar, su valentía, su inteligencia, su elegancia, su virtud para no despeinarse y porque, principalmente, era un genio para conquistar mujeres extremadamente hermosas.

James Bond. Código secreto: 007, con licencia para matar. ¡Qué gran personaje!

Fleming decidió tomar como base la experiencia del espía ruso y crear la vida de 007. Su nombre fue copia del de un ornitólogo americano; y su fecha y lugar de nacimiento son desconocidos. Algunos dicen que nació en Alemania, otros dicen que en Suiza. Lo cierto es que desde los años 60, Bond es el agente más importante de la historia del cine de acción. Y eso sí que me divierte.

El 5 de octubre es su día mundial. Y la conmemoración obedece a dos razones. La primera es que el 5 de octubre de 1962 fue estrenada la primera película de la saga oficial, que tiene 27: “El Satánico Dr. No” (así fue nombrada en español). Su protagonista fue Sean Connery. Y la segunda razón es que ese mismo día, pero en 1983, el astrónomo checoslovaco Antonín Mrkos descubrió un asteroide al que decidió nombrar “9007 James Bond”.

Debo confesar que no he leído ninguna de las novelas de Fleming; y que mi primer contacto con Bond fue a través de la música. Obedeciendo a otra de las recomendaciones de mi primo “Chato” Suárez, en 1985 llegó a mis oídos “A view to a kill” del grupo Duran Duran. Esa canción fue la banda sonora de la película que llevaría igual nombre, protagonizada por Roger Moore, otro de los importantísimos Bond (si no el más) de la saga.

Para mí fue la locura. Descubrir este héroe fue la prueba de que imaginar y grabar en cualquier formato de cine o video es una de las grandes ideas del ser humano. Definitivamente, el cine llegó para divertirnos, y más, cuando es un humano de buen humor, con trucos en la manga, el que nos plantea un recorrido escombroso pero divertido en cada una de sus aventuras. Que se da el lujo de accionar una pistola Walter PPK, en la Torre Eiffel, y no le pasa nada; y segundos después, dispara su acostumbrada frase: “Mi nombre es Bond, James Bond”.

Desde ese momento, me declaré un ferviente admirador del agente y sus situaciones de vida. Estuve pendiente de cada estreno; cumplí con la tarea de ver las 27 películas y, años después, comencé a coleccionarlas (en formato DVD).

Es decir, en algo cambió mi vida. 

Cambió mi forma de ver (y la de muchos, creo), el cine de acción. Y cada vez que puedo, repito una de las películas. Actualmente, lo hago más con las protagonizadas por Daniel Craig. Cuando este actor llegó a la saga, y tal vez ese fue su objetivo, James Bond se volvió más humano. Sangraba, lloraba, se cansaba, se lesionaba, se despeinaba y hasta sufría por amor. 

Los años que precedieron la temporada de Craig estuvieron marcados por un personaje más tranquilo (más light), pero con su llegada el estereotipo cambió: un agente más visceral, más emotivo, más impulsivo y más agresivo. A algunos no les gustó; a mí me pareció un tema de evolución, en todos los aspectos: en la manera de narrar la historia, en la forma de rodarla, de presentar el personaje y hasta de promocionarla. Y claro, no he dejado de verlas.

Por eso, creo que vale la pena conmemorar el Día Mundial de James Bond. Vale la pena volver a ver las películas y darse cuenta de la evolución del personaje. Son piezas que, perfectamente, soportan una extensa maratón.

Así ha sido mi fin de semana, viendo al 007. Recordando sus travesías en París, Londres, Miami o Praga; o disfrutando de su forma de conducir carros, pilotear aviones, correr sobre trenes en movimiento o, simplemente, de su particular manera de jugar póker, como lo hizo en el Casino Royal de Montenegro. 

Con mi esposa y mis hijas somos fanáticos; y estamos pendientes del nombre del nuevo actor que se pondrá los zapatos del agente. Dicen que es Aaron Taylor Johnson, un británico de 33 años que ha estado en películas como “Avengers, Era de Ultrón”, “Bullet Train” y “Kick Ass”, pero todavía hay que esperar la confirmación.

Mientras tanto, les sugiero que vayan a su plataforma preferida o desempolven el DVD y vean las películas de Bond. Es un gran plan, que no exige pensar mucho pero sí dedicarles plena atención, para disfrutarlas de la mejor manera.

Yo comencé mi maratón con “Octopussy” y la terminaré con “Sin tiempo para morir”…  


@HernanLopezAya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.

Sigue leyendo