Por Juan Manuel Galán*
Felicito al presidente Gustavo Petro por construir puentes con los empresarios y miembros de la oposición. Un análisis preliminar permite deducir un cambio de estrategia de comunicación, pasando del sectarismo al diálogo democrático que necesita Colombia en el contexto de polarización en el que nos encontramos tras la celebración de las elecciones regionales.
Cuando el presidente ha cometido errores, los hemos señalado con prontitud. Así que, ahora que parece haber aciertos, también debemos celebrarlos. A menos que la estrategia consista en mostrarse abierto al diálogo mientras se continúa con el sectarismo, el camino que elige nuestra cabeza de Estado es el de la cooperación y el entendimiento de la diferencia.
No obstante, también resulta responsable advertir que el presidente —como hemos expresado en este espacio— es un hábil mentiroso. Lo digo con crudeza para que el mensaje mantenga la contundencia de la apreciación, ya que el diálogo que parece buscar no deja de tener un manto de sospecha. Petro no pestañea cuando se propone manipular y engañar a los demás.
Recordemos que en las elecciones presidenciales del año pasado informé a la opinión pública de la intención del entonces candidato de importar gas y petróleo desde Venezuela. Me enteré de la noticia precisamente en un diálogo con él para acercar nuestras posturas ideológicas con miras a la segunda vuelta presidencial.
Con la excusa de ser vecinos de la primera reserva mundial de petróleo, me expresó que Colombia no tenía por qué hacer más exploraciones. Para nuestro aprovisionamiento bastaba con instalar un tubo Ecopetrol-PDVSA. Al poco tiempo, Gustavo Petro salió a desinformar a la opinión pública. Luego de atacar el buen nombre de mi hermano y mío, me calificó de mentiroso.
El riesgo de tener a un mitómano en el poder se ha ido demostrando con el paso del tiempo, y ahora que su imagen se encuentra en el peor momento de desaprobación, vuelve a tender puentes entre su cerrado círculo de colaboradores y los sectores plurales de la sociedad civil. ¿Un país de cucaña? Estanislao Zuleta, el destacado filósofo y profesor antioqueño, reflexionaba sobre la felicidad así:
«La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por lo tanto también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, eternidad de aburrición».
Entonces, mucho ojo, colombianos. Que no nos pinten ahora un paraíso de hermosa virtud, en el que Laura Sarabia ha descomido la manzana y Petro ha sido perdonado por el glorioso creador. «Hijo, tus pecados entorpecen tu Gobierno; te libero de la carga de la discordia. De ahora en adelante serás el demócrata precavido que necesita Colombia». ¡Pero qué falta de imaginación!
*Director Nacional del Nuevo Liberalismo