El 13 de noviembre de 1985, una avalancha de lodo y piedras arrasó Armero, Tolima, dejando aproximadamente 30 millones de metros cúbicos de material y una devastación que se llevó consigo unas 23.000 vidas entre los 29.000 habitantes de la localidad. Cuarenta años después, Médicos Sin Fronteras (MSF) recuerda la misión de rescate coordinada en Colombia, que logró entregar 22 toneladas de suministros médicos y materiales de albergue para Armero y los municipios cercanos, marcando el inicio de una presencia humanitaria sostenida ante desastres en la región y destacando la respuesta de emergencia en el marco de una tragedia de magnitud histórica.
El equipo que lideró aquella operación estuvo encabezado por Piére Marie Sarant, coordinador logístico de MSF en Colombia, acompañado por un cirujano de guerra y una enfermera con experiencia en las realidades de Colombia. Juntos asumieron la tarea de dirigir la respuesta humanitaria y coordinar el envío de suministros médicos y de albergue hacia Armero y los municipios limítrofes, como Lérida, Mariquita y Líbano, además de las áreas de Chocó en el itinerario desde Bogotá hacia Mariquita. En los primeros días de la emergencia, MSF movilizó recursos inéditos y, según recuerdan, se utilizó maquinaria especializada, como dos deslizadores para mover el lodo, para ganar tiempo frente a un desastre que superó la capacidad de rescate inicial. Se gestionó la llegada de medicamentos desde París y se realizaron vuelos a Bogotá para distribuir las 22 toneladas de insumos, con una logística que buscaría fortalecer hospitales locales y, cuando fue posible, levantar una clínica en Mariquita para atender a las víctimas. En medio de las temperaturas que superarían los 35 grados, la labor humanitaria se convirtió en una carrera contra el tiempo para atender heridas, infecciones y la necesidad de albergue en una región golpeada por la catástrofe.
Armero, cuarenta años después: la respuesta de MSF y su legado
La experiencia de MSF en Armero dejó varias lecciones y un legado que se mantiene en la memoria de la organización y de los pueblos de la región. Sarant ha relatado que, a pesar de la magnitud de la emergencia, la sede en París escuchó y respaldó la acción sobre el terreno, consolidando una presencia que procuró seguir apoyando a los hospitales y centros de salud en zonas rurales y urbanas tras la devastación. En palabras de Sarant, “una emergencia médica complicada después de que se presenta una herida profunda infectada por el lodo” exigía respuestas rápidas y coordinadas; también subrayó que “era la primera vez que Médicos Sin Fronteras (MSF) se enfrentaba a una emergencia de esa magnitud”. La intervención logró distribuir medicamentos entre los diferentes hospitales y, apenas llegaron los aviones a Bogotá, se dio un paso decisivo para salvar numerosas vidas.
“Una de las cosas más impactantes eran los armeritas atrapados, incluidos niños, niñas, adultos mayores, muchos con gangrena, tratando de salir del lodo” – Piére Marie Sarant, coordinador logístico de MSF en Colombia
La experiencia también dejó claro el costo humano de la tragedia: mujeres, hombres y niños enfrentaron deslizamientos que habrían dejado a Armero sin infrastructures sanitarias y sin capacidad de respuesta local, y la labor de MSF se vio acompañada por una fase de recuperación que incluyó la apertura de clínicas en Mariquita y el fortalecimiento de acciones en Lérida, Líbano y Chocó. En palabras de la vocación de MSF, y en línea con los reportes de la época, el equipo afirmó que “fue vital poder distribuir los medicamentos entre los diferentes hospitales” y que la presencia de aviones en Bogotá fue determinante para salvar vidas. En ese contexto, Sarant compartió también su experiencia personal: “¿Qué hacen dos franceses caminando por acá? Nos detuvieron cinco días y cinco noches. Era la primera vez que me sucedía algo así; en ese entonces en Colombia no se conocía a Médicos Sin Fronteras y nosotros estábamos llegando a lugares sin hospitales ni centros de salud. Después nos liberaron y logramos instalar un proyecto en esa zona”.
Con el paso de las décadas, MSF ha consolidado una presencia continua en Colombia, con 51 proyectos realizados en cuatro décadas para abordar tuberculosis, violencia sexual, migración y brotes de fiebre amarilla y malaria, entre otros retos. Los recuerdos de Omayra Sánchez, la niña de 13 años famosa por haber estado atrapada más de 14 meses bajo los escombros, persisten como una memoria dolorosa que impulsa a la organización a aprender lecciones y a estar preparada para futuras catástrofes. En ese marco, la historia de Armero se entrelaza con la labor actual de MSF y su compromiso de salvar vidas en Colombia y en otros lugares del mundo, recordando que la planificación y la cooperación pueden marcar la diferencia cuando la naturaleza sacude a las comunidades más vulnerables.
En los años siguientes, la respuesta humanitaria de MSF se fue fortaleciendo con presencia en Armenia tras otro desastre y con intervenciones continuadas en tuberculosis y atención a poblaciones vulnerables, dejando claro que las lecciones de Armero se transformaron en una guía para emergencias futuras y en una evidencia de la capacidad de respuesta cuando la logística, la experiencia médica y la solidaridad logran trabajar al unísono ante la crisis.

















