Por Juan Manuel Galán*
El panorama político de Estados Unidos ilustra las dificultades que enfrentan los candidatos alternativos en un sistema bipartidista. Basado en el Colegio Electoral, el sistema político estadounidense favorece a los partidos Republicano y Demócrata, dificultando el acceso de candidatos independientes o de terceros partidos a posiciones de poder. Para que un candidato alternativo llegue a la presidencia, se necesitaría un cambio significativo en el sistema. Un ejemplo en la historia de Colombia muestra cómo el sistema bipartidista mantuvo el poder en los partidos tradicionales Liberal y Conservador después del Frente Nacional hasta que, en 1989, el Nuevo Liberalismo se convirtió en una fuerza política importante, lo que llevó al Partido Liberal a adoptar a su candidato. Sin ese cambio, las opciones políticas de Uribe, Santos, Duque y Petro no habrían ganado, ya que ninguno era liberal o conservador para las elecciones.
En Estados Unidos, un cambio similar podría ocurrir si una crisis política, social o económica provocara una reestructuración del sistema político. Tal evento generaría desilusión con los partidos tradicionales y una demanda por nuevas alternativas. Además, el candidato alternativo necesitaría carisma, así como una campaña bien financiada y organizada. En Colombia, el catalizador fue la violencia de los 80, que condujo al momento propicio para la promulgación de la Constitución de 1991.
Los candidatos alternativos en Estados Unidos enfrentan la falta de acceso equitativo a recursos financieros y mediáticos. El sistema actual beneficia a los dos partidos principales, con redes de donantes y acceso preferencial a los medios. Los candidatos de terceros partidos o independientes tienen dificultades para recaudar fondos y obtener cobertura mediática. El sistema del Colegio Electoral es otra barrera. Este mecanismo asigna votos electorales a cada estado, reforzando el dominio de los partidos mayoritarios. Incluso si un candidato alternativo obtiene muchos votos populares, la distribución de los votos electorales puede hacer casi imposible que gane la presidencia sin apoyo en los estados clave.
Estas barreras administrativas mantienen el statu quo y limitan la competencia. Sin embargo, la historia muestra que el cambio es posible. La emergencia de Abraham Lincoln y el Partido Republicano en la década de 1850 demuestra que, bajo ciertas circunstancias, el sistema político estadounidense puede transformarse. La clave para cualquier cambio futuro reside en la capacidad de los movimientos alternativos para canalizar el descontento popular y convertirlo en una fuerza política organizada.
En el contexto actual, el creciente descontento con la polarización política y la percepción de que los partidos tradicionales no abordan adecuadamente los problemas fundamentales podría ser el caldo de cultivo para una nueva fuerza política. Sin embargo, esto requeriría un nivel de coordinación y estrategia que aún no se ha visto entre los candidatos alternativos. La clave radica en la capacidad de estos movimientos para captar el descontento popular y convertirlo en una campaña efectiva, superando las barreras estructurales y administrativas que favorecen a los partidos tradicionales.
*Director Nacional de Nuevo Liberalismo