Once Caldas: El mal de altura 

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Esteban Jaramillo Osorio

(Primera parte)

El Once Caldas con otra salida en falso, con poco futbol, sin ideas. condenado por su inoperancia ante un discreto y *“moribundo” equipo* que aportó poco por el triunfo, aferrado a su tendencia de perder tiempo, con malicia. 

Derrotas que duelen el doble por la escasa categoría del oponente. 

Otra vez  “el Blanco” fulminado por la vía rápida, muy temprano con el gol en contra, en una sucesión de rebotes confusos en el área, originados en la falta de firmeza en el medio y la debilidad en la banda defensiva izquierda, donde Patiño es un boquete. 

Crudo es pero *el Once que se vio, no es el Once*. Sin la exagerada tendencia a justificar presentaciones sin realce.

*Con un futbolista menos*, dada la alineación obstinada de Luis Palacios, sin razones específicas para estar en el campo. 

Se diluyó el *gran Mateo*, el motor del equipo, en los últimos partidos. Decrecieron su fortaleza física, la puntería de su disparo y la voracidad de sus marcajes. En horas bajas, como Aguirre, Cuesta y Barrios, con Riquett y su dosis de “teatro” cada vez que pierde la pelota. 

Solo destellos de Lucas Ríos y Alejo García, en un equipo desesperado, improductivo en el tercio de ataque, con 27 aproximaciones a la portería contraria, sin precisión en los disparos. 

Con una intolerada tendencia a recurrir a “los centros” o “los ollazos” como fórmula ofensiva predilecta, sin tener cabeceadores clásicos en el área. 

Con peloteo desesperante que divide el balón, sin el sentido común del futbol que busca alternativas con el juego asociado de la pelota. Algo visto, advertido y comentado. 

No era solo jugar con Dayro o sin él. Convertirlo en el eje de los triunfos, acusarlo por la infectividad de su futbol o escudar en su ausencia la derrota.

Poco o nada hubo de su relevo el Venezolano Luis Hernández.

El resultado corrobora el decrecimiento de los impulsos que  llevaron al Once Caldas a la cima de la tabla, porque a veces la cabeza ronda en otras partes y se pierde la efectividad del pizarrón. 

El mal de altura ya advertido, con posibilidad de corrección, si se templa la mano en el vestuario.

“Los partidos los dominan los futbolistas y los pierden los técnicos”. Esta vez la responsabilidad fue compartida. 

Sin perder el rumbo, toques de alerta traen estas derrotas, como estímulo para enderezar el rendimiento. En el futbol, parpadeas y caes..aflojas y pierdes, te distraes y te liquidan. Esteban J.

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