Por ESTEBAN JARAMILLO OSORIO
Perder nunca. Ni jugando “banquitas”, ni en partidos entre solteros y casados. El objetivo básico en el futbol y en la vida, es ganar por los mejores caminos para la felicidad completa.
Presupuestar una derrota es de mediocres. Es de conformistas.
No lo hizo Herrera con el Once Caldas ante Alianza, a pesar de jugar con suplentes. Algunos de los cuales, dado su bajo nivel ni para esto clasifican.
Todo marchaba, a pesar del gol en contra, porque el Once buscaba y encontraba el camino. Llegó el empate en la primera combinación con pases continuos de sus jugadores, con final feliz en la red contraria.
Entonces metió la mano el UTILERO. Se inventó una fiesta temporal, innecesaria, como celebración del aniversario 44 de matrimonio del entrenador. Abrazos aquí, un carriel por allá. Un poncho, un letrero ante las cámaras y desconcentración total.
Mundo surrealista este.
Al reanudarse el partido con el equipo en otros mundos, el visitante logró el gol de la victoria.
Aunque agasajado el entrenador, tuvo los pies sobre la tierra y llamó la atención al responsable reprobándole sus ínfulas. Zapatero a tus zapatos, o yo lavo la ropa con agua y jabón, y punto.
Lo ocurrido parecido al día de la celebración del record de goleo de Dayro, ante el propio Alianza. Aquella fecha del helicóptero y la fiesta, antes del juego, lo que desconcentró a los jugadores.
Respecto al partido con Millonarios, el Once tiene futbol para aspirar al triunfo, pero debe activarlo porque, a plenitud, hace rato no se aprecia, pese al esfuerzo individual de los futbolistas.
El visitante es un equipo activo en la búsqueda de gol y tiene referentes para conseguirlo. Extremos rápidos, Córdoba y Jader Valencia. Delanteros aptos para fijar y enredar defensas, acercarse a la red, e intimidar, como Falcao, Castro o Giordana.
Juega bien a la pelota. Tiene habilidad con Ruiz y Cataño y, por pesajes, Pereira.
Sufre sin ella. Desequilibrado, tiene volantes de trasteo de balón, cada vez más lentos, como sus defensores centrales, recursivos en su técnica, sin regreso y sin marca, al igual que sus laterales.
Frágil es su zona defensiva y Montero, el portero, es salvador frecuente.
Los delanteros del Once por las bandas son rápidos. Distraen y crean, rastrean posibilidades de ataque, pero se enredan en la definición. La dependencia de Dayro se acentúa a pesar de la consolidación de Barrios.
Siempre Aguirre, salvador. Defensa física, pero confusa. Laterales de ataque, sin regreso. Sólido se ha vuelto el medio campo recorriendo espacios, pero falta creatividad. No hay un enganche clásico, que le de vida al Once Caldas en la ofensiva.
Partido incierto. Es lo bello del futbol.