Paquetes, troncos y “el Dayro de la gente”

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Por Esteban Jaramillo Osorio

Paquetes, troncos, árboles, les dijeron, despectivamente, a los futbolistas cuando no cumplieron las expectativas y tuvieron una mala relación con la pelota.
 
De paquetes se llenó el Once Caldas en los últimos años, por la miope visión al contratarlos, sin verificar sus condiciones, recomendados por empresarios o fichados por los caprichos de los dirigentes.
 
Llegaron con el aprobado de los entrenadores, firmaron, fracasaron, demandaron y se marcharon llenos de billetes, sin dejar huella.
 
Razón fundamental para los consecutivos fracasos, con frecuentes eliminaciones, acercándose peligrosamente, en el último ejercicio, al descenso. La miopía al invertir, redujo drásticamente las posibilidades de clasificación, el acceso a una final o el pasaporte a una copa.
 
La elección de algunos entrenadores sin liderazgo, anclados en sus caprichos, mercaderes en el negocio, la falta de conexión entre el proyecto financiero y el deportivo, y la terquedad al mantener empleados de rango medio, discutidos en sus conocimientos y tóxicos en sus relaciones, llevaron al equipo a la peor época de su historia.
 
El Once Caldas hace tiempo no cuenta con una nómina competente. Se hace algo con poco. Proliferan las promesas, al amparo de informadores complacientes, pero los descalabros echan por el piso las ilusiones de los hinchas.
 
Tras los títulos locales y la resonante victoria en la Libertadores, el club cayó profundo hasta convertirse en burla de sus adversarios, en lamento en la tribuna y en tratamiento compasivo de los medios.
 
Todo se maneja desde el maquillaje de las ventas de futbolistas sin consolidación, nacidos de una cantera inflada, sobrevalorada, con dinero que ingresa y no se reinvierte, porque en el Once como en el futbol, sólo interesan el negocio y el billete. Tanto el hincha, como el periodismo que informa, importan poco.
 
Queda el premio paupérrimo que implica salvar la categoría. Tan bajo se ha caído. Con drama y desasosiego en cada fecha, por parte de la afición que no declina en su apoyo.
 
Frente a Chico en el último partido, el mejor rendimiento, para el peor resultado. El Once pobló zonas de ataque, propuso mejor futbol, buscó el triunfo, el que saboreó con argumentos, pero cometió errores individuales e infantiles para la derrota.
 
Con Dayro como líder, jugando su mejor partido para el equipo, tocando y asociándose, combinando en el último tercio, con aliados de indiscutible aporte con quienes estableció productivos vínculos, como Sherman, Garcia y Arce, para encontrar volumen en ataque. Hubo momentos de fino toque-toque.
 
En la feria del desperdicio influyeron los palos, el portero y el desespero del último contacto. Sin exagerar, pudo ser goleada por las ocasiones a favor.
 
Pero “los goles que no hago los sufro”. Por eso duele perder así. La derrota, como castigo, no fue justa.
 
Tiene evolución el Once. Rescata otras formas en el juego y poco a poco va encontrando, con retardo, su nómina predilecta. Pero no logra la regularidad en el rendimiento por los efectos del futbol mental, que no siempre encuentra los ideales intérpretes.
 
El visto es “el Dayro de la gente”. El que juega para él, para el equipo, para sus compañeros, para su récord y para salvar la categoría. JUGÓ SU MEJOR PARTIDO, LO QUE NO HACEN LOS DIRIGENTES.

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