Para el récord, un golazo

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Esteban Jaramillo Osorio

Como debía ser: el gol del récord…un golazo. Desbordados fueron los arrebatos entusiastas e interminables de su autor, Dayro Moreno, asociados con el júbilo en las tribunas. 

Galván, el histórico, activo protagonista en la celebración en segundo plano, con un fugaz abrazo tras la entrega de la camiseta conmemorativa, mientras los compañeros alborozados rodeaban al goleador. 

La anotación que enloqueció a los hinchas, tuvo origen en una perfecta descarga corta de Arce a Cuesta, quien lanzó un preciso centro, bien ejecutado, a media altura que, con volea de perfectos movimientos, remató Moreno, al mejor estilo de Galván Rey cuando era el artillero del plantel.

Dayro demostró que sin fecha de caducidad mantiene intacta su condición goleadora, aunque se desvanece su influencia en el rendimiento colectivo.

Después del gol, las predicciones de triunfo para al Once Caldas fueron halagadoras, pero al paso del tiempo, el rendimiento fue distinto. Mucho le costó anotar a pesar del dominio en inmediaciones del área contraria.

No fue Envigado el encargado de cerrar los caminos con su trabajo defensivo. El blanco se auto anuló, por sus errores en los pases, especialmente en el tercio de ataque, y por la irregularidad de algunos futbolistas que nunca justificaron su alineación, confundidos al aproximarse a la portería, a pesar de la clarividencia del ecuatoriano, en la construcción de juego.

Explicaciones pendientes tiene Hernán Herrera, más coherentes que sus anuncios sobre futuras contrataciones, que utiliza como falso aliciente ante la afición. O como explosión demagógica al pedir a Dayro en la selección.  

No es claro su respaldo a los borrachos, para justificar a su goleador, a pesar de que a Dayro, por su afecto a las parrandas, ha amenazado con borrarlo, como pretendieron hacerlo los anteriores entrenadores. (Me lo ha dicho). 

Debería explicar porque Lemus tanto tiempo en la cancha. Si fue o no un apresuramiento relevar a Araujo, exponiéndolo en público. A punto estuvo de lograr un gol antológico de taquito a cobro curvo de Arce, en un tiro de esquina. Salió de la cancha acongojado, al borde del llanto.

No se sabe que busca el entrenador con Patiño y que tan evidente era el cansancio de Beltrán, al que pensó reemplazarlo antes del gol.

Lenta y pasiva fue la marca, en el gol del empate, con evidentes fallos de concepto que ni Herrera, ni sus asistentes entendieron, lo que con un grito se pudo corregir.

A Gritos, a propósito, estuvo el banco de emergentes, ante la prevención contra Ariza el árbitro, por los problemas que vienen de un partido anterior ante Bucaramanga. Hasta al utilero le dio por insultar. “Zapatero a tus zapatos”.

El gol del triunfo llegó después de los consabidos titubeos defensivos, aprietos que afronta Riquet revolcándose y pidiendo ambulancia a cada roce, cuando el marcador estaba expuesto a un error o a una genialidad personal.

Esta llegó por Beltrán, cuando Cubides carreteaba por la pista, a la espera de ingresar como su relevo.

Fue una jugada de manual. Por la recuperación, la conducción y la ejecución, con tanta calidad que hizo inapelables los esfuerzos defensivos del rival. 

Bajó el partido la tensión, se atemperaron los ánimos calientes por momentos, se le dio manejo racional a la pelota y sin sustos en el trámite, el Once Acumuló su cuarta victoria en línea lo que se debe celebrar y resaltar, tanto como la cifra lograda por Dayro, histórico en el club. Esteban J.

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