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Puentes sobre muros…. Prevost sobre Trump

  • Contraste de tronos. Dimensiones del poder, luz y oscuridad.
  • Dos fronteras de pensamiento y fin existencial, visiones opuestas de la coexistencia.

Por HERNANDO AYALA MELGAREJO*

La dualidad de la naturaleza humana, caras opuestas retratadas en dos tronos de poder con misiones adversarias, distantes frente a una realidad irrefutable, la coexistencia en el respeto y autonomía. La voluntad y autoridad frente a la fuerza bruta, el sometimiento y despojo. La diferencia y distancia entre vivir en la fé, creer, crear, sembrar, sobrepasar el opuesto de oscuridad prevalente en imponer, destruir, someter, invadir, despojar, segregar, discriminar. Dos aparatos, sistemas de poder manejados por actos humanos con todo lo que hay en esa condición, con formas, propósitos y fines contrarios.

Religión y política, dos temas vedados, prohibidos e imposibles de tratar en ocasiones como la celebración del día de las madres que reúne a familias que aún intentan reencuentro, bajo la prevención de ser una de las fechas con alta incidencia de violencia fratricida. La incapacidad de conversar sobre asuntos que mueven la fibra de la gente y desatan emociones, rivalidad y pasiones intensas que fragmentan la unidad, enseña el tamaño de la responsabilidad en los sistemas de poder sociológico, político y económico en manos de liderazgos de impacto y alcance global. Dos tronos terrenales en dos Estados asimétricos en estructura, tamaño y cifras, con relevancia y resonancia global, tienen en el timón adn gringo, dos cabezas estadounidenses con pensamientos y fines opuestos. Dimensiones contradictorias de poder.

Con todo el inventario de contrastes de poder, lo cierto es que un jefe de Estado con un «ejército» calificado de medio millón de sotanas, albas y cíngulos eclesiales con orden sacerdotal por todo el mundo, con el poder bíblico de la palabra sagrada y el arma indestructible del evangelio, para pastorear un rebaño de mil cuatrocientos millones de fieles feligreses bautizados, habitantes en todos los lugares del planeta, sin fronteras ni visado excluyente, es un poder nada menor movido por la fuerza celestial del espíritu para enfrentar el desafío del adversario que segrega, divide, excluye y daña la dignidad humana desde su amenaza constante con su ínfula de emperador absoluto del poder político con epicentro en su ombligo en Washington.

El Papa León XIV, Jefe del Estado Vaticano, único Estado exclusivamente religioso, en la persona del cardenal Robert Prevost Martínez, un misionero Latinoamericano de origen estadounidense, simboliza la esperanza de unidad y paz en el mundo católico y todos sus aliados posibles. La línea de Prevost desde antes de su papado es adversa, totalmente contraria al predicamento del actual gobierno de los Estados Unidos, que ha hecho posible en las decisiones de su errático autócrata irrespetuoso con la comunidad de naciones, ser ganador de la animadversión en el rango de indeseable como amenaza para la coexistencia y cooperación en la administración del mundo desde la diversidad de Estados soberanos, en el más deleznable momento de la historia política en tiempos sin guerra de la unión americana.

El venal Trump con su mendacidad patológica no contaba con el contrapoder que significa Prevost el nuevo pontífice del Vaticano, palabra de Dios para los católicos del mundo, símbolo de unidad, dignidad y verdad celestial en su fé. Peso de hondo calado frente al matoneo del narcicismo maligno representante de la mentira en el poder. Ese choque tectónico de dos capas de poder supremo tiene epicentro en Estados Unidos, en su momento histórico de imperio decadente, indeseable para la mayoría de países.

*Periodista Mail: disnnet@gmail.com

Columna de opinión

Las opiniones expresadas en las columnas de opinión son de exclusiva responsabilidad de su respectivo autor y no representan la opinión editorial de La Veintitrés.

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