Por ESTEBAN JARAMILLO OSOSRIO
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Los indicios hablan. Dayro cerca de la renovación o a la despedida. A finales de mes, por reglamento, se debe conocer su futuro.
Su suplencia en los últimos partidos pareciera ser el castigo a su indisciplina reconocida y al interés de ver en acción un equipo distinto, comandado en el ataque por Zapata.
Ante Medellín el Once no tuvo su inspiración y, aunque una vez anotó, volvió a fallar frente a la portería, como ocurrió contra Nacional, en la Copa, aquella noche del festival del despilfarro.
El DIM aplastó al Once en el cumpleaños de la ciudad y lo hizo sin atenuantes. Humillante. Parecen quedar secuelas de la eliminación de la Sudamericana, cuando, por creerse ganador, sin jugar, el Once se marchó derrotado, defraudando a los aficionados, algunos de los cuales esperan explicaciones y se resisten a volver al estadio.
Razones para la última caída, que riñen con la lógica, la cancha enjabonada, la ausencia del Dayro, la equivocada planeación estratégica considerando la lluvia que desde la antesala amenazaba.
Alinear un zaguero grande, de torpes movimientos, inestable, como Cuesta, fue llevarlo al sacrificio. Como también lo fue conducir y no pasar para esquivar los charcos, la debilidad en los duelos técnicos y físicos, la ausencia forzada de Robert Mejía, quien da equilibrio y un líder desbocado, Mateo García pasado de revoluciones.
Aquel Once Caldas prometedor, encantador, con registros aplaudidos en la Sudamericana se esfumó. Su intensidad en el juego se diluyó tanto en las marcas como en las maniobras ofensivas. En patines se mueve la defensa.
Hay torneo, hay expectativas positivas, pero se requiere una sacudida en el camerino. El camino perdido tiene sus explicaciones, cuando no hay autocrítica. Tras los descalabros común es escuchar que en la vida íntima del equipo todo marcha muy bien.