Tenerlas y no tenerlas

Compartir en redes sociales

Por HERNÁN LÓPEZ AYA*

Están lejos. Están bien, pero están lejos.

Y nunca me imaginé estar a tantos kilómetros de ellas. Por fortuna, vivo con una gran compañía, pero esa “camaradería” diferente me hace mucha falta.

Se convirtieron en un par de amigas incondicionales; aprendieron a contarme sus cosas (no todas, de eso estoy seguro), pero me tienen confianza. Me hacen falta sus disparates, sus sonrisas (en vivo y en directo), sus chistes flojos, sus comentarios desabrochados, su gusto musical, sus sugerencias, sus opiniones.

Me hace falta sentir eso a mi lado, porque a larga distancia o por teléfono o videollamada la vaina no es lo mismo. Aprendí a quererlas desde que aterrizaron a esta tierra inelegible. Fueron dos grandes momentos en los que, 50 y 50, estrené el corazón (de verdad).

Ya están grandotas; ya toman sus propias decisiones; ya asumen sus errores; ya son ingratas (a ratos); ya hacen sus vidas sin pedir permiso o consejo; ya sugieren sin aprobación; ya deciden sin confirmación.

Se ríen de sus situaciones, viven su día a día con las dificultades que eso trae, pelean con quien les toca, se aburren, enfrentan ratos amargos, se molestan, sufren gripas, les da pereza, sueñan, duermen, reniegan, esperan, anhelan.

Son chéveres, son buenas personas. Tienen sus genios, quieren crecer más, quieren mejorar sus vidas, quieren mejorar el mundo, quieren que todo esté bien, quieren de todo.

Siguen adelante, siguen pensando, siguen esperando, siguen observando, siguen analizando, siguen jugando.

¡Son normales! Extraordinarias, pero normales.

Son Manuela María y María José, mis dos Marías. Mis dos hijas. La mayor tiene 21; la menor, 19. Una es mona, la otra es morena; las dos son flacas; son igual de altas; se ríen parecido. Unos dicen que se parecen a la mamá; otros, a mí. A una le gusta el fútbol; a la otra no mucho; son hinchas de Millonarios.

Les gusta la pasta que yo les cocino; les gusta ir a cine, comer palomitas, comer perro caliente; les gusta la música que yo escucho; les gustan los textos que escribo; les gusta que les tome del pelo; les gusta hablar conmigo. 

Les gusta que les cuente mis experiencias de adolescente con mis amigos; ellos les caen muy bien. Les gustan mis historias, de periodismo o de vida; les gusta cómo la hemos pasado hasta ahora; les gusta imaginar.

Pero lo más importante, así estén lejos, es que “están vivas”.

¿Qué le pasa a este país de locos?

¿Por qué suceden cosas absurdas como las que suceden? 

¿Es que, acaso, no son suficientes los años de violencia vividos?

Los más malos la “siguen agarrando” con los niños. Y el caso más reciente vuelve a poner de rodillas a Colombia ante la intolerancia y la mente pervertida de un par. 

Sofía tenía 12 años. Se perdió hace 19 días. Salió de su casa a comprar un champú para su mascota, pero no regresó. Su cuerpo fue encontrado el jueves pasado en un cañadulzal de la zona rural de Candelaria, en el Valle del Cauca. Y quien la mató fue uno de los trabajadores de la veterinaria a la que Sofía llegó.

Con una mala decisión, literalmente, acabó con una familia.

Cristian y Lady, sus papás, tienen el corazón destrozado. Ya no habrá más juegos, más risas, más regaños, más situaciones divertidas, más enseñanzas, más chismes, más música para escuchar, más amigos para conocer, más historias que contar, más días que esperar, más metas que cumplir. No quiero ni imaginarme lo que deben estar sintiendo en estos momentos.

Mis hijas ya son adultas. Sin embargo, siguen siendo mis niñas. Las que vestí, bañé, alimenté, regañé, abracé, consentí y sigo consintiendo.

Y es por esta razón, por el amor que les tenemos a nuestros pequeños, que debemos exigir el fin de estas atrocidades y que las autoridades acaben con estas desgracias. Mientras que esto sucede, debemos cuidar a los nuestros con dedicación, fortaleza, compañía. Hacer hasta lo imposible porque puedan vivir una mejor vida, una con más alegrías.

Todo funciona. Gota a gota el vaso se llena. Lo que esté en nuestras manos para que estos personajes paguen por sus delitos, debe ser utilizado. Hay que exigir justicia, pero seria; no de paños de agua tibia ni de rebajas de penas. Estas situaciones no deben seguir impunes; y estos riesgos para nuestros niños no deben existir. 

La vida me sigue dando la valiosa oportunidad de gozarme a mis hijas. Y créanme: es de lo mejor que me ha pasado en la vida. Y ojalá las pueda disfrutar por muchos años más.

Vuelvo y lo repito: soy afortunado porque las tengo; lejos, pero las tengo… 

@HernanLopezAya

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años.


Sigue leyendo