Fotos FCG y Alcaldía
Por Germán Mejía Gallo
En la mañana del 4 de agosto de 2025, Manizales no despertó solo con el canto de los pájaros o la niebla acariciando sus laderas. Esta vez, la ciudad se vistió de orgullo. El eco de los aplausos no provenía de un campo de golf, sino del corazón de la ciudad, donde la Alcaldía rendía homenaje a uno de sus hijos más ilustres: Tomás Restrepo Jaramillo, el joven que llevó el nombre de Colombia —y de Manizales— a lo más alto del golf juvenil mundial.
Un muchacho, una historia, un hito
A sus apenas 17 años, Tomás no solo ha ganado campeonatos. Ha forjado una carrera con la determinación que pocos adultos conocen. Desde los seis años, cuando apenas tomaba el palo de golf en el Bosque Popular, comenzó a escribir la historia que hoy lo tiene como campeón mundial juvenil de la Copa Toyota Junior Golf World Cup, disputada en Japón. Un triunfo que cambia para siempre la historia del golf colombiano y rompe un techo que parecía de cristal desde el tercer puesto de Andrés Echavarría en 2005.
Y aunque en el campo sus swings hablen con precisión, en el salón solemne donde se le rindió homenaje, sus palabras fueron las de un joven agradecido, consciente del camino y los sacrificios. “Esto —dijo Tomás— es más grande que ganar el campeonato mundial”.

Un reconocimiento con alma y aplauso
En un emotivo acto, la Alcaldía de Manizales le otorgó la Orden Escudo de Manizales en la categoría de mérito cívico y social, reconociendo no solo su gesta deportiva, sino el modelo ejemplar que representa para generaciones futuras. En palabras del alcalde Jorge Eduardo Rojas, fue “un acto de justicia y orgullo para una ciudad que hoy aplaude a quien ha trabajado desde la infancia con una disciplina de hierro”.
El alcalde, visiblemente emocionado, destacó el rol de su familia: Ernesto y Paula, padres incansables que —como bien lo expresó— “son los verdaderos gestores de esta historia”. Mencionó también a su club, a sus entrenadores, a sus amigos, y a esa primera cancha pública en el Bosque Popular donde todo empezó.
«Yo nunca fui campeón mundial. Fui deportista, jugué con pasión. Pero lo de Tomás es de otra dimensión. Seis horas diarias de entrenamiento desde niño, disciplina, renuncias, foco. Eso no lo hace cualquiera«, sentenció Rojas ante un público que contenía la emoción con cada palabra.
Un palmarés que apenas comienza
Tomás no ha tenido una carrera, ha vivido una travesía. En su corta edad, ha sido campeón del Campeonato Nacional Infantil, Nacional Juvenil, Sudamericano Juvenil, AJGA Panamá, Torneo Nacional Juvenil, Tour Élite Colombia, Copa Camilo Villegas, y múltiples títulos por equipos en Chile, Argentina, Guatemala, y recientemente la Copa Los Andes, un torneo por naciones que lo marcó profundamente.
Su próximo reto: ingresar en 2026 a la Universidad de Mississippi (Ole Miss), donde empezará su camino en el golf universitario de Estados Unidos, con la vista puesta en las grandes ligas. Pero él lo dice con claridad: “Voy paso a paso. Estoy enfocado, pero siempre con los pies en la tierra”.
El alma detrás del swing
Tomás no solo es potencia y precisión. Es ritual. Marca cada bola con una tortuga, en memoria de una mascota de su infancia. Lleva consigo una cadena con un Cristo, símbolo de fe. Su frase diaria, la que lo impulsa incluso en la derrota, es simple y poderosa: «Why not me?» —¿Por qué no yo?
Ha aprendido que el resultado no lo es todo. Lo ha hecho de la mano de su psicóloga, Nancy Duque, quien lo ha ayudado a entender que el deporte es solo una parte de la vida, que hay derrotas necesarias y que la familia, su hermana, sus valores, son el verdadero centro de su existencia.

Un modelo a seguir
En sus palabras, al dirigirse a los niños que empiezan en el deporte, Tomás no prometió fórmulas mágicas. “Sueñen en grande. Suena cliché, pero es la verdad. La clave está en hacer las cosas incluso cuando no tienen ganas. Ahí es donde se construyen los campeones”.
Para él, el golf fue una elección de adversidad. “Me gustó que no era el mejor. Me enamoré de la dificultad”. Esa dificultad, precisamente, fue su maestra. Y hoy, ese niño perfeccionista, que alguna vez prefirió el fútbol, se ha convertido en referente del deporte colombiano, embajador de su ciudad, y ejemplo de que la gloria no está reservada para unos pocos, sino para quienes perseveran.
Un futuro que promete más gloria
La historia de Tomás apenas comienza. Como dijo el alcalde, un golfista puede competir hasta los 40 años. Le queda camino, sueños, desafíos. Pero sobre todo, le queda el poder de inspirar a una ciudad, a un país, y a cientos de jóvenes que hoy lo ven como lo que realmente es: un campeón, pero también un ser humano íntegro.
La semana de fuego de Tomás Restrepo en Guayaquil
En el mundo del golf, un deporte muchas veces solitario, los triunfos colectivos tienen un sabor distinto. Más profundo, más visceral. Lo vivió en carne propia Tomás Restrepo Jaramillo, el joven prodigio manizaleño, durante su última experiencia internacional, este fin de semana, en el LXXIX Campeonato Sudamericano por Equipos ‘Copa Los Andes’, disputado en el exigente campo del Guayaquil Country Club, en Ecuador.
Colombia se quedó con el título por equipos, y aunque para muchos fue otro logro más en la brillante carrera juvenil de Tomás, para él fue una experiencia única, irrepetible, y profundamente emotiva. “Todo el mundo me decía que la Copa Andes era de las mejores semanas del año. No lo creía… hasta que la viví”, confesó, con los ojos todavía encendidos de emoción.
No fue Japón, fue el alma del equipo
Pocos meses antes, Tomás había hecho historia en solitario al coronarse campeón mundial juvenil en Japón. Allí, entre swings perfectos y concentración milimétrica, levantó el trofeo más importante de su vida. Pero Guayaquil fue otra cosa. “Sentí que esta semana fue diferente. Volví a experimentar lo que es jugar por algo que es mucho más grande que uno mismo”, aseguró el golfista.
El torneo, que reúne a los mejores jugadores amateurs de Sudamérica, lo enfrentó a nuevos retos. No se trataba solo de su rendimiento, sino de un engranaje colectivo que dependía de la confianza, la estrategia y el respaldo mutuo.
“Sentí la vibra de un equipo de fútbol”, dijo, describiendo la intensidad emocional que envolvía cada hoyo, cada grito, cada abrazo. “Se sentía el fuego”, repitió. Y ese fuego, más que presión, fue combustible.

Una semana para la historia
Tomás compartió la cancha con compañeros de alto nivel, incluidos exprofesionales y un capitán que había estado en las grandes ligas. “Aprendí mucho de ellos. Fue una semana increíble, llena de recuerdos que nunca se me van a olvidar”, confesó, con la voz cargada de gratitud.
El título logrado por Colombia no fue solo una copa más para la vitrina. Fue un símbolo de unión, de entrega y de cómo el talento individual se engrandece cuando se funde con un propósito común.
En medio de los abrazos, la bandera ondeando y los festejos contenidos por la elegancia del deporte, Tomás volvió a sentirse niño. No por la edad, sino por la pureza con la que vivió la competencia: sin ego, sin cálculo, solo pasión. “Fue una semana vivida con mucho amor”, resumió.
El campeón que sabe ser equipo
A Tomás lo reconocen por sus logros individuales, por su disciplina feroz, por su madurez deportiva. Pero lo que vivió en Guayaquil mostró una faceta distinta: la del joven que disfruta construir junto a otros, que se crece en el calor del equipo, que encuentra en la colectividad una emoción más potente que cualquier victoria personal.
Esa es quizá la verdadera madurez: saber cuándo ganar para uno, y cuándo ganar para todos.
En Guayaquil, Tomás no levantó un trofeo solo. Lo hizo con su equipo, con su bandera, con la pasión desbordada de una semana que quedará tatuada en su memoria. La Copa Los Andes no solo le sumó un título más. Le dejó algo más valioso: la certeza de que el golf, como la vida, se juega mejor cuando se comparte.