La Veintitrés

Un papelón que pudo ser goleada

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Por Esteban Jaramillo Osorio

No optimizó sus condiciones el Once Caldas ante Patriotas y cayó sin atenuantes. Pudo ser una abultada goleada.

Dejar de luchar nunca es opción, lo es perder, aunque algo injustificado es jugar mal, sobre todo si sus futbolistas, como lo han demostrado, tienen futbol en su cabeza y en sus pies.

La imagen de Dayro en el banco, resignado, fue patética. Fue sustituido en un mal momento, porque se posicionaba mejor, jugaba colectivo y tenía las oportunidades para anotar.

Al goleador se le castiga con la suplencia cuando no crea opciones, no dispara al arco o no tiene incidencia en el juego colectivo. O cuando sus aptitudes de artillero solo se aprecian en los videos del archivo.

Se confundieron las mentes de los técnicos con equivocados movimientos estratégicos. El intercambio permanente de posiciones no tuvo justificación por el rendimiento de los jugadores. No se potenciaron las funciones.

Fueron gruesos los errores defensivos que produjeron la caída.

Jugaron en contra los espacios de una cancha generosa en dimensiones, factor fundamental, aparte de las distracciones en los marcajes para los tres goles en contra que pudieron ser seis, con un catastrófico saldo.

Los errores de Sergio Palacio, fueron inadmisibles. Por falta de madurez competitiva, fue el autor de la doble equivocación que terminó en el primer gol en contra.

Está mareado con la fama prematura, al igual que algunos de sus compañeros. Caso típico el de Alejandro García. Cuando quiere trasciende, pero parece tener la cabeza en otros lados.

El Once selló una irritante manera de perder la punta, el invicto y el respeto ganado con buen futbol.

Desaparecieron las virtudes aplaudidas, exceptuando a Michael Barrios quien jugó en soledad, sin respaldos y anotó el único gol.

Desesperantes fueron los errores en los pases y la improductividad de los cambios de frente.

Letal fue Patriotas, un modesto rival entre los peores del torneo. Desde el primer minuto, abrió grietas profundas en la zona defensiva del blanco, mal posicionada, enredada y sin recursos, para controlar al rival o deshacerse de la pelota.

Para colmo el portero James Aguirre viene, desde partidos anteriores, perdiendo la compostura, la rapidez de sus reflejos y la humildad.

Perder no fue extraño. Forma parte del juego. Tampoco es catástrofe. Llegarán otros domingos, otros partidos, otras opciones.

Grato sería ver la reivindicación ante Jaguares, el próximo domingo, para reconciliar el buen juego con el hincha, con la seguridad de que los errores cometidos serán corregidos.

Esteban J.

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