Una verdadera embajadora

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Por HERNÁN LÓPEZ AYA*

Me gradué de la universidad en septiembre de 1995, después de ocho semestres de Comunicación Social y Periodismo y uno más de Producción de Televisión, que me sirvió como trabajo final y para sacarle el cuerpo, de la forma más olímpica, a ese reto torturador y frenético que llaman “Tesis”.

Conservé contacto con algunos de mis compañeros; con otros me atravesé en el camino laboral. Pero la llegada del Windows Live Messenger nos permitió estar más cerca. Y en una de esas conversaciones, de recuerdos y risas, surgió la idea de una fiesta de reencuentro.

Era 2008. Nos pareció maravilloso. Todos opinamos y celebramos el proyecto pero, a la hora de organizarlo, fueron pocas las voces voluntarias. Y la pelota comenzó a ir de un campo a otro, como nos pasaba en la universidad cuando teníamos que hacer trabajos, 13 años atrás.

Las horas se seguían confundiendo entre lluvias de ideas (más bien aguaceros), que no mojaban nada, absolutamente nada. Hasta que, de ese chaparrón, surgió el trueno que nos puso a todos “firmes” y a trabajar. 

Dijo, con voz de mando: “yo me encargo de organizar porque no vamos a salir con nada”.

Les estoy hablando (o escribiendo) de Ángela Sánchez, una mujer de 1.60 cm de estatura pero de cinco metros de carácter y personalidad. Ella, cansada de tanta charla inoficiosa, tomó el bastón de mando y asignó tareas. Definió el lugar, la hora, el día, la comida, las bebidas y la cuota de dinero que había que dar.

El evento fue un éxito; tanto, que tuvo un tercer tiempo en el apartamento de una de nuestras compañeras. Es decir, la fiesta duro casi 12 horas. La pasamos buenísimo y, si mi memoria no falla, le agradecimos toda la noche por su valiosa gestión. Y claro, quedó comprometida para un próximo reencuentro.

En medio de la parranda, y con algunos rones en la cabeza, John Rodríguez atinó a darle, a Angelita, el título que la acompañó y que ella, con humildad profunda y amor encendido, aceptó. 

Él le dijo: “Vida, de ahora en adelante eres nuestra canciller”.

Y sí que lo ha sido. Nos hemos encontrado varias veces, después del ágape de 2008, y todo ha sido comandado por ella. Su don de gentes, sus ganas de que todo salga bien, de que la pasemos bien y de que seamos felices cuando nos encontramos le generaron un bajón de cargo y se quedó, más bien, como embajadora.

Angelita es la jefe de protocolo de una universidad de Bogotá. Y ya lleva varios años en esa tarea. Pero antes estuvo en temas de talento humano; debe ser porque se le facilita ayudar a las personas y, sobre todo, respetarlas.

Trayendo a mi memoria las funciones de un embajador o embajadora, me encuentro con que una de ellas es, precisamente, velar por la seguridad e integridad de los ciudadanos. Y en este caso, Angelita siempre está pendiente de las relaciones con esos pequeños países, en los que nos hemos convertido, y sigue encargándose de la multilateralidad de nuestras reuniones.

¿Qué le falta para ser una verdadera embajadora?

En mi concepto, jornadas de educación diplomática, que son clave para salir de nuestro país y representarlo como se debe.

En Colombia existe la Academia Diplomática, un instituto creado para “promover la enseñanza, la investigación y la difusión de temas concernientes a las relaciones internacionales”. Depende del Ministerio de Relaciones Exteriores y allí estudian quienes están interesados en conseguir la Carrera Diplomática y Consular. 

No es fácil estar en ella; y lo sé de primera mano porque trabajé en la Cancillería y me di cuenta de lo difícil que es ingresar. Hay varios requisitos y las convocatorias están pensadas para personas con título profesional. 

Es decir, no es tan fácil como parece.

Pero como en el país tendemos a “platanizar”, a las autoridades les parece muy sencillo nombrar como embajadores a personas que no tienen una educación diplomática mínima; o, en su defecto, proponerlas para estos cargos, sin importar sus antecedentes, sus estudios o su manera de comportarse con los demás (como lo que iba a pasar con el nuevo embajador de Colombia en Tailandia, que ayer dijo que no se le medía al chicharrón). 

O personajes que dejan de lado una cosa que, para ellos es trivial, pero para la diplomacia es parte fundamental: El Protocolo. Créanme: ir a una reunión bilateral o multilateral, vestido de jeans y tenis, nos es lo mejor. Y no porque no sean prendas cómodas o sencillas; es porque las normas establecidas para este tipo de reuniones no lo permiten. Es tan importante el tema, que la Cancillería tiene una Oficina de Protocolo. 

Ya es hora de que la diplomacia se tome con seriedad. Los embajadores son la cara de Colombia en el mundo; y son el puente que comunica a los colombianos que viven fuera del país con las instituciones. Eso es servicio. Y eso también ayuda para que quienes no nacieron en nuestra tierra se animen a visitarla, o a invertir en ella. 

O a conocer personas como Angelita, que si quisiera hacer la Carrera Diplomática lo conseguiría con honores. Y ahí reconfirmaríamos por qué es nuestra embajadora preferida. Si ha sido capaz de lidiar con nuestras ausencias durante casi 20 años, no creo que ser el enlace de una reunión entre presidentes sea su peor problema.

Insisto: Hay que seguir protegiendo la cara de nuestro país en el exterior. 

¡Es urgente! O si no, vamos a seguir siendo recordados por las vainas que hizo Pablo Escobar, entre otras tragedias…

@HernanLopezAya 

*Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano con 26 años de experiencia en televisión y Oficinas de Comunicación. Fue jefe de emisión del fin de semana en RTVC NOTICIAS. Ganador del premio de periodismo Álvaro Gómez del Concejo de Bogotá en 2016. Bloguero de KIENYKE durante varios años

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