¿Qué pasa en el Once? ¿Qué pasa? 

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Esteban Jaramillo Osorio

No fue el diablo con cachos y con cola, vestido de árbitro, como ocurre tantas veces en el futbol colombiano. Como aquella tarde, ante el Tolima, con Hinestroza.

No fue así. El penal discutido contra Barrios, no existió y el fuera de lugar de Didier Moreno, previo al gol de Castrillón, tampoco.

Influyente si, el juez José Ortiz tuvo incidencia en el trámite, en jugadas menudas de interpretación y tolerancia en el juego brusco, como en la acción salvaje que sacó a Contreras del partido. Qué forma maliciosa de quitarle ritmo al blanco.

Pero no estaba el diablo contra el Once, Estaba San James Aguirre, para evitar una catástrofe.

Que baile les dio el Junior a los marcadores laterales, y a los volantes centrales.

Pero no todos los problemas al Once Caldas se los originó el rival. Fue el club Albo con sus repetidas equivocaciones.

En una lucha tenaz entre la fuerza y la técnica, el manejo del balón y sufrimiento sin él, de cinturas bamboleantes como las de Enamorado y Chará que adelantaron con sus bailes el carnaval de Barranquilla y defensas lentas y sin recursos, sin predominio en los duelos físicos.

De la pelota y su manejo, lo demuestran las estadísticas, el Once, nada. O muy poco.

El llamado de atención que llegó desde la cúpula, donde atentos, los dirigentes, le indicaban a Herrera, el entrenador, ubicar a Dorrego metros atrás, en una función diferente a la que con precariedad venía cumpliendo. 

Lo hizo a medias, porque inicialmente asumió el papel de un 10, con relevo a Alejo García, quien asumía un aceptable papel, sacrificando a Mateo, quien no encontraba el rumbo. Ni aquí ni allá, hasta ahora, el uruguayo no convence.

Por algo parecido, por alinear al pecoso Correa en su época de sindicalista, licenciaron a Pedro Sarmiento. Se lo habían advertido.

Que locura fue el final del partido. De alto riesgo, en desorden extremo, con cuatro delanteros, sin creación, con Cardona, Malagón y Aguirre en el papel de bomberos y Junior ambicioso, con el anhelo de salvarle el pellejo al técnico Farías y reivindicarse con goleada.

Lástima por el cabezazo de Barrios cuando, al comienzo, el juego pintaba distinto, que controló en dos tiempos el golero local Martínez. O los dos globos de Dayro, maravillosos en la concepción, sin la esperada definición, que pudieron darle el récord. Y de qué manera.

Algo extraño hay en el Once Caldas. ¿qué pasa? Se refleja en el rendimiento en la cancha, donde los desacoples de funcionamiento rebasan las virtudes de los jugadores. La muestra fehaciente es Mateo García, intocable hace un tiempo, hoy pieza de relevo.

No es ni la sombra del admirado del año pasado. No es la convicción en el trabajo o el juego, es la forma equivocada de la búsqueda. Sin argumentos técnicos que tanto deleite dieron siempre a los aficionados.

P.D. Mensaje para el pecoso Castro, que anduvo de cumpleaños por estos días, por favor salir por unos días de su retiro para instruir a Patiño, sobre cómo marcar a los extremos. Lo ven todos, menos el entrenador.

 Esteban J.

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